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Guns N´Roses en Monterrey

En la mirada de Axl Rose, encuentro una llamarada, un fuego eterno, que se mantiene vivo, por cada noche como hoy. 
El alma joven de Axl se asoma a través de esos ojos. Aunque, en ratos, se notan cansados.  
Aún así, no dejan de avivarse ante su público. 

Pasaron un par de años para que la legendaria banda estadounidense, liderada por Axl Rose, pudiera volver a la ciudad.

Fueron largos y arduos meses de trabajo, por parte de los organizadores, desde que se anunció la fecha. 
Publicidad por doquier, preventa, venta, reventa. Promociones. Boletos agotados. Dinámicas en diferentes medios para llevarte a vivir una experiencia memorable que perdura por generaciones.

Cuando uno crece y tiene hijos, no saciamos hasta poder construir su memoria. Inculcamos, de cierto modo, un poco de nuestra esencia y lo que nos apasiona.

El ambiente, desde temprana hora, es en familia. Desde el más chico hasta el más grande. 
Me brota la nostalgia. Hubiera sido muy significativo si alguna vez mis padres pudieran aceptar acompañarme a un concierto. 

Niñas y niños con ilusión de ver a sus ídolos.

Los veo y pienso: ¿A quién carajos le importa que hablemos de la buena, mala o pésima condición de Axl Rose? De la polémica, de que si es o no una banda sobrevalorada (odio el uso que le dan a la palabra “sobrevalorado”). Fallas técnicas. Que si la gente vive de la nostalgia por ignorancia. Es ridículo. Los haters esperaban todo un fiasco. Incluso, yo misma, no esperaba mucho.


Y no por poco gusto a la banda. Los conozco y crecí con cada uno de sus éxitos. 
Aquí se desprende la conocida frase “honor a quien honor merece”.

Los más covereados, la merch más vendida. Pueden ser tu peor pesadilla. Y eso no les quita la tremenda trayectoria que cargan como grupo e individualmente cada uno de los integrantes.

¡Dude! Hoy se baila con Guns N’ Roses y punto.


No importa si eres poser, emo, agrope o del barrio. Si tuviste la oportunidad de atestiguar esta noche, seguro serás, quien pueda marcar la diferencia. Futuras generaciones, de boca en boca, presumirán que su tío, abuelo, bisabuelo, padre, madre, hermano, estuvo presente.

Perdí la habilidad de emocionarme entre conciertos. Lo que aún conservo, es la habilidad de poder reconocer, aún en mi ignorancia técnica musical, cuando una banda ha trabajado arduamente para dar un espectáculo de calidad.

Sin titubeos, apuesto todo, por que detrás de esos lentes, Slash ni siquiera mira, mientras ejecuta algún solo. 
Axl, al menos en el escenario, se ve mejor que nunca. Hay mucho más esfuerzo de lo que aparenta. Se desplaza con determinación sobre el escenario. Le pertenece. 

 

Don Eleazar viene de Matamoros, viene solo. Ha tuneado una playera con una gran imagen de Guns n’ Roses y su nombre detrás. Lo observo. Emocionado, no se despega de la barricada. 
Le ha costado un par de horas y domar la delincuencia de la carretera para estar acá. 
En principio vendría en grupo. Todos se rajaron, dice, pero yo no me lo perdería. 
Entonces, caigo en cuenta, que no estoy pisando cualquier camino. 


Hay gente que murió deseando estar acá. Los que quedamos, agradecemos la experiencia. 
A las afueras del estadio, los menos afortunados. Los que no alcanzaron boleto. Corean la música que proviene desde el interior. Lloran. Adentro, los 28 mil asistentes de la noche, privilegiados, gozan. Sin despegarse de sus asientos. Sin siquiera parpadear. 

Cada grito que escucho a mi alrededor, sale de la entraña. 


Tres horas sin parar. Grandes éxitos bien calculados a lo largo del concierto. Nada de pirotecnia. No hace falta. Tampoco largos discursos. El agradecimiento basta por estar. Por mantener vigente el amor y entrega a la legendaria banda. 

La lluvia se hizo presente poco antes de que la banda pudiera subir al escenario. Duró lo que tres canciones. Fue muy emotivo ver llover mientras sonaba “It’s so Easy”. 
El furor de “Welcome to the jungle”, “Rocket Queen”, “You Could be Mine” o “Sweet Child o’ Mine”.
Se llegó muy rápido al cierre después de “Sweet Child o’ Mine”. El tiempo enfureció. Amainó con “Patience” y “Don’t Cry” para resurgir y estallar al despedirse de tierras regias con “Paradise City”.

Nos despedimos con la mirada, con extrañeza. Supongo que todos nos hacemos la misma pregunta. La complicidad, que surgió con la atmósfera nostálgica, se esfuma. 


¿Volveremos a vernos en otro concierto de Guns N' Roses?

Editor: Luisa Mendivil

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